Resguardado de las miradas ajenas y sumergido entre la maleza, Solsticium se yergue sobre nuestras cabezas, invitando al explorador del tiempo a perderse en su interior... Viaje repleto de imágenes congeladas en el ayer, marcadas por décadas disueltas en colores sepia que colorean y dan tono a fotografías enmarcadas que con silencio sepulcral, ven como el polvo, niebla del tiempo, cubre cristal, madera y espacio de forma imparable.
Gratas sorpresas esperaban en estancias, comedores o pasillos, salpicados por objetos inertes que parecían querer tomar vida y protagonismo en el encuadre del visor. Nobles maderas, domadas por las hábiles manos del carpintero, forman pequeñas obras de arte cubriendo huecos dominados por el polvo y la humedad, tan solo visitados por sombras y penumbras mortecinas... en los confines de Solsticium.