En tiempos no tan lejanos, llenos de festejos y derroche, Pyros era considerado alma de las fiestas, transformando de forma mágica, el oscuro cielo nocturno con trazos de magnesio, aroma a pólvora y el inolvidable tronar de sus trompetas. Tras la colina, hallamos exilio obligado de su reino y con excitación contenida, poco a poco, paso a paso, nos fundimos en el entorno.
Fascinante visita donde las haya, desvelamos sus secretos, mentiras y vergüenzas a través del revelador pentaprisma de nuestras cámaras.
Sergio, como siempre, nos tienes acostumbrado a magníficos reportajes (seguir tu blog es un vicio)
ResponderEliminarSaludos
Gracias a ti Jordi por seguir obsoletum.
ResponderEliminarUn saludo.
Que mejor que al regresar de viaje encontrarse con un fantástico reportaje nuevo :P
ResponderEliminarComo siempre un placer disfrutar de tus reportajes, con tus textos y fotografías estupendas.
Un abrazo!
Congratulado me hallo por ello ;-)
ResponderEliminarUn abrazo!