29 de noviembre de 2015

Insidius Hospital

5:30 de la mañana. Las alarmas de nuestros móviles se unen en un despertar épico en un húmedo viernes del mes de octubre. Se solapan melodías y tonos acompañados del errático y torpe movimiento en busca de la tecla que acabe con el sufrimiento. Alguno de nosotros con sobrehumano esfuerzo enciende la luz de nuestro "zulo".

Hace tan sólo unas horas, no podíamos dormir de la emoción que nos embargaba. Hace tan sólo unas horas, llegábamos Unai y yo con más de mil kilómetros a nuestras espaldas.
Nuestro anfitrión, Leone se había encargado de procurarnos techo y cama en un diminuto y minimalista hostal en pleno centro y que por unas horas, se había convertido en el "Headquarter" del K.G.B. Nuestro objetivo: la incursión e infiltración en la centenaria escuela de medicina.
Como en muchas ocasiones, nos lo jugábamos todo a cara o cruz, a todo a nada. Al parecer y por las noticias, estaba abierto y al decir abierto, me refiero a abierto de par en par. Como siempre, corríamos el riesgo de "fail", pero quien no arriesga, no gana.
El día anterior, Leone se encargó de la prospección y nos corroboraba que si bien, habían zonas sin vallas con acceso al perímetro, la puerta principal parecía cerrada... la suerte está echada.

6:00 Desayuno breve y en poco más de diez minutos estamos aparcados en la zona con cámaras en ristre. Efectivamente, hay zonas sin ningún tipo de valla y el acceso al patio es fácil, pero la puerta da a una avenida que aún a estas horas, hay tráfico. Para más inri, unos cuantos chavales se atrincheran en un portal a tan solo veinte metros de nosotros. Hay que coordinar bien, se trata de entrar de forma totalmente imperceptible.

Primero accede Leone. Cruza el perímetro raudo y en silencio, quedan tan sólo unos metros para alcanzar la puerta y despejar dudas... ¡eureka! la puerta está entornada y diez segundos después, Leone, Unai y yo estamos en las entrañas del monstruoso hospital.

Tras cerrar la puerta, nuestra vieja compañera la 
oscuridad nos acompaña en un mortecino silencio. Desplegamos trípodes, frontales y algún que otro cachivache alojado en la zapata. Leone se toma su tiempo, es el más desfavorecido en cuanto a peso se refiere; no sólo lleva su réflex, también la videocámara "pro" con unos cuantos quilos de más descansando en su hombro.

Por norma, una de nuestras directrices es el silencio. Se trata de entrar y salir en silencio. De respetar accesos, sin profanar contenido y continente, sin dejar improntas de ningún tipo, dejando las cosas tal y como estaban, para aquel que llegué detrás de nosotros, pueda disfrutar y fotografiar por igual. Pero nuestro silencio es algo más... es un seguro para la propia integridad del explorador; siempre es mejor escuchar a ser escuchado y aquella madrugada no fue una excepción.

A punto de empezar a subir por la escalera, empezamos a oír voces y por las miradas que cruzamos, no era un brote de esquizofrenia. Se oían voces que bajaban y bajaban rápidas, cada vez con más claridad. Instintivamente lo primero que hicimos fue apagar luces y entrar en un debate de qué vía tomar: ¿salimos o nos escondemos? Sólo unos segundos nos separan del inminente encuentro y la conclusión es esperar. Encendemos nuevamente linternas y justo en ese instante dos chavales giran en el último descansillo de la escalera, los haces de luz se cruzan y se hace el silencio.

Al vernos, saludamos con cordialidad a lo que devuelven el saludo. Ven nuestras cámaras y asocian que somos parapsicólogos en busca de fantasmas, cazadores de misterios del más allá o algo aún más disparatado. Aclarado el motivo y objeto de nuestra visita, finalmente abandonan el edificio no sin antes desearnos suerte.

A partir de aquí, las fotografías toman el relevo y pasan a ser las protagonistas del reportaje de hoy. Ante todo pedir disculpas por la calidad de las mismas. Y me refiero a la calidad en general, encuadre, enfoque, luz, etc... La mayoría de ellas se tiraron en total oscuridad, sin nada más que una linterna barriendo cada estancia, cada pasillo, cada rincón del anciano edificio. Instantáneas capturadas a ciegas, sin distinguir apenas el punto de enfoque. Fotos que podríamos catalogar como documentales gráficos. Repito, mil disculpas y espero que al menos está introducción compense.

Un saludo.

1 de noviembre de 2015

Ángel Caído

Ocaso de la luz, reino de penumbras. Sumergimos nuestros sentidos en gélidos océanos, dominados por eternos silencios que parecen envolvernos en un narcótico sueño. Pesadilla tras pesadilla, intentamos zafarnos del hipnótico polen que atrapado en un haz de luz, parece propagarse a través de humedad y polvo en suspensión. Desorientados como nunca antes, perdemos sentido y orientación, tan sólo el eco de nuestras voces, parece hallarnos en un laberinto inmerso en la oscuridad que sin previo aviso, nos conduce a la última morada del Ángel Caído...
Galería de Ángel Caído